Hackear el hackeo de la experiencia escolar

¡Reviví el Episodio!

El pasado miércoles 8 de julio compartimos un nuevo episodio de nuestro ciclo “La escuela se reinventa”. En esta ocasión, Lila Pinto, quien integra nuestro consejo experto, nos relató su experiencia en gestión escolar para reflexionar sobre cómo podemos seguir haciendo posible la transformación de nuestras escuelas, incluso en un contexto en el que todo parece haber cambiado.

Volvé a ver la serie completa.

Para iniciar el episodio, Luciana Alonso, directora de la Alianza que impulsa Eutopía, afirmó que, si bien desde hace unos años las escuelas de Eutopía vienen recorriendo un camino para hacer posible el sueño de transformar la escuela, en contextos de pandemia, este desafío se renovó.

Eutopía siempre tuvo la vocación de aportar a la construcción de políticas públicas que nos permitan plantear colectivamente soluciones diversas a las desigualdades de nuestros sistemas educativos y de cada uno de los contextos en los que trabajan las escuelas. Inicialmente, lo pensamos como un modo de flexibilizar la escuela secundaria, pero la pandemia hoy nos obliga a repensar la educación en su totalidad para responder a la heterogeneidad y a los contextos más vulnerables. Ojalá nos animemos como educadores a asumir el protagonismo en la construcción de políticas públicas y en el diseño de la escuela que queremos”, destacó Alonso.

El episodio tres nos invita a seguir pensando en escenarios de transformación escolar como un devenir colectivo. En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de contar la participación de Lila Pinto, quien junto a Mariana Maggio, Rebeca Anijovich y Melina Furman, es parte del consejo experto que aporta tramas y conversaciones que nos permiten encontrar marcos explicativos y conceptuales que dan sentido y significado a la acción que hacemos todos los que estamos en la escuela.

Este episodio ha sido muy desafiante, tanto desde lo intelectual, como desde lo emocional. La pandemia ha generado una dislocación de todas las dimensiones de la gramática escolar. Si bien este escenario parece brindarnos la oportunidad de transformar la escuela, no nos libera de la incertidumbre. Por esa razón, es fundamental saber cuáles son nuestras certezas y que seamos conscientes de lo que aprendimos trabajando en red en el marco de Eutopia. Todos estos aprendizajes son también los que compartimos en el libro de que relata la trayectoria de las escuelas que participan de esta iniciativa de transformación escolar”, agregó Alonso.

Jaque a la transformación

Fue una pandemia la que puso en jaque todos los planes de transformación que teníamos cuando iniciamos el ciclo lectivo. Esto generó un enorme desafío para quienes tienen la responsabilidad de gestionar escuelas, porque cualquier proyecto se vio hackeado o transformado por el contexto de aislamiento social, preventivo y obligatorio que llevó a interrumpir las clases presenciales desde el 16 de marzo. La exposición de Lila Pinto, titulada “Nuevas normalidades y gestión de la transformación escolar: hackear el hackeo”, se focaliza en la escuela y lo que acontece en éstas, para pensarlas y resignificarlas a la luz del contexto que estamos viviendo.

Para su exposición, Lila eligió la narración como un modo de significar su experiencia e invitó a los más de 1300 asistentes a construir sus propios relatos y narrativas sobre lo que estuvieron viviendo.

Para preparar este episodio hice una reconstrucción muy personal de lo que significa la gestión y la transformación escolar en el contexto que estamos viviendo. Al hacer esa reflexión sobre mi experiencia en gestión y mi rol como directora de escuela, me di cuenta de que todas mis ideas se pusieron en jaque debido a la pandemia”, inició Pinto.

En la medida que uno puedo contar una historia -continuó-, es que la narrativa nos permite significar, ser parte de una cultura, y contribuir a la construcción de esa cultura, en este caso, la cultura escolar. Hoy todos estamos transitando un camino muy complejo en cualquiera de los roles que nos toca ocupar en nuestras escuelas. Es importante que podamos encontrar el modo de ´contar la historia que está siendo´”.

En el inicio de su experiencia en la gestión de una escuela, Pinto propuso construir de manera colaborativa una matriz de cambio para poder “hackear” ese núcleo duro de la escuela. Implicaba tomar a la escuela como un objeto de diseño capaz de cambiar a partir de la transformación de sus dimensiones: espacios, evaluación, tiempos, vínculos, y currículum. Para lograr un cambio profundo, debemos movilizar por lo menos tres de estas dimensiones.

Todo cambio inicia con una pregunta poderosa que nos permita movilizar ese núcleo duro de la escuela. En ese momento, una de las preguntas que rondaba era ´¿qué hacemos con la tecnología en la escuela?´. Como creíamos que esa pregunta no nos permitía movilizar lo que necesitábamos, formulamos otra que nos permitiera iniciar esa transformación profunda: ¿Qué hacemos con la escuela en una era tecnológica?”.

Partieron, entonces, con una convicción muy importante: transformar la experiencia escolar para hacerla emocionalmente significativa e intelectualmente desafiante. En este sentido, enfatizó la idea de experiencia, porque se refiere a nuestra forma de habitar, de vivir y de apropiarnos de lo que la escuela significa para cada uno de nosotros.

Detrás de todo proceso de transformación debe haber una teoría de cambio para llevarla a cabo. Dos caminos posibles son el cambio incremental y el cambio disruptivo. Ninguno es mejor que el otro, sino que son alternativas posibles. Es importante que, si optamos por un modelo disruptivo, éste parta de mecanismos que creamos intencionalmente para que el cambio que buscamos se produzca. “Las teorías del cambio nos ayudan a mantener esta actitud reflexiva acerca de cómo y en qué aspectos queremos avanzar para dar lugar a ciertas transformaciones en nuestras escuelas”, explicó.

Esas teorías de cambio se asientan en culturas y condiciones institucionales que tienen que estar preparadas para trabajar con esos dispositivos de transformación. La cultura es la que le da sentido al cambio y la que permite que los actores se vayan transformando. Pero ni la cultura ni las condiciones son estáticas, son dinámicas: son producto de nuestras interacciones, de nuestros valores, de nuestras formas de entender las cosas. En este sentido, nuestra manera intervención sobre ellas es parte de la transformación.

Al iniciar el ciclo lectivo 2020, todos estos planes se vieron en jaque ante la llegada de la pandemia. De repente, el 16 de marzo, nos fuimos a casa a repensar la escuela. Pinto afirma que no solo tuvimos que migrar mentalmente, sino también físicamente para dar lugar a nuevos modos de hacer escuela. Ésta parecía ser una oportunidad histórica para impulsar la transformación.

¿Qué pasó en mi escuela? Como todos, salimos como equipo a construir continuidad pedagógica. Construimos experiencias que dieran certezas y que, además, contuvieran emocionalmente. En la medida de que el aislamiento se fue extendiendo, tuvimos que ir recalculando. Nos dimos cuenta de que realmente estamos gestionando en un contexto de emergencia, y que la propuesta de educación a distancia efectivamente debía contemplar este escenario por un plazo mayor al que esperábamos. Es así como nos vimos en la necesidad de movilizar equipos y recursos internos para reinventar la escuela”, relató Pinto.

“No era este el momento de hackear todo”

Las condiciones de la transformación y la disrupción que estamos viviendo pusieron en jaque las certezas más vitales de todos los actores de la comunidad educativa. Es por ello, que debimos buscar puntos de anclaje más certeros, más contenedores. Una línea de tiempo fue un dispositivo que les permitió documentar y ser conscientes de las decisiones que fueron tomando en cada momento.

Sabíamos que había que transitar este momento de crisis y de emergencia, transformando lo conocido, dándonos tiempo para reinventarnos a nosotros mismos en el desafío enorme de reconstruir esta continuidad pedagógica, de lidiar con millones de dimensiones. Hoy la innovación educativa no es disruptiva, sino que es una innovación espiralada, focalizada y emergente”:

  • Focalizada porque se fundamenta en la propia práctica y porque propone reflexionar el sentido de lo que enseñamos y las implicancias de nuestras propuestas para convocar e inspirar el aprendizaje de los alumnos. También lo es porque nos invita a revisar el entramado emocional y cognitivo necesario para que aprender sea una oportunidad de crecimiento.
  • Espiralada en la medida en que avanza paso a paso en la consolidación de estas nuevas propuestas, recalculando su norte, evaluando su sentido y avanzando en sucesivos procesos de mejora y sistematización. Nos distanciamos un poco de lo que hacemos, lo volvemos a revisar y trabajamos en su mejoramiento y su enriquecimiento. Avanzamos, así, juntos, de manera espiralada en ciclos de diseño, mejoramiento, enriquecimiento, consolidación y sistematización.
  • Emergente porque es de ese proceso de innovación que focaliza y avanza de manera espiralada del cual emergen nuevas propuestas y diseños que tienen valor de innovación en el proceso que encaramos.

Este contexto no sólo nos obligó a todos a cambiar nuestras prácticas, sino que también puso en jaque las preguntas que motorizan las transformaciones que queremos impulsar en nuestras escuelas. La pregunta que hoy parece más relevante para Pinto radica en cómo transformamos la experiencia escolar en el marco del paradigma de la incertidumbre.

En este sentido, retomó una idea de Morín: “la incertidumbre no se elimina, se negocia con ella”. La ilusión de que viviremos un mundo sin incertidumbre es solo eso, una ilusión. Por esa razón, es fundamental saber cuáles son nuestras cartas para negociar:

  1. Nuestras convicciones pedagógicas. Son las que orientan nuestro trabajo, más allá del contexto de la pandemia. Cada institución debe construir esas convicciones para que tengan sentido con su propuesta.
  2. Aprendizajes de la emergencia. Es de fundamental relevancia documentar lo aprendido, los dispositivos que utilizamos, que están ocurriendo pero que son nuevas.

¿Con qué negociamos? Con un nuevo orden social que nos va a hackear constantemente y que está marcado por la incertidumbre. Hackear el hackeo implica darnos la posibilidad de usar nuestras cartas para poder transitar y resolver este marco de incertidumbre y, de ese modo, diseñar intervenciones creativas capaces de vehiculizar la escuela que queremos en un contexto dinámico.

Es un hecho que la experiencia escolar está transformada, el problema es si está transformada como queremos. El hackeo actual no fue planeado, fue impuesto. Por eso ahora estamos tratando de hackear el hackeo. Las ideas de narrativa y de hackeo nos tienen que servir para ser protagonistas en esta vida que nos parece tan incierta y para salir del modo reactivo. Desde la gestión, poner en palabras, trabajar en equipo y lo elaboramos, nos permite tomar decisiones anticipatorias que nos den la posibilidad de orientar el cambio hacia donde queremos”, subrayó Pinto.

Pensando en lo que viene

  • Todos salimos a construir continuidad pedagógica, como nunca en la escuela, marcando la importancia en lo emocional. Hoy todos estamos ansiosos de volver a la escuela, a ese espacio de encuentro. Cuando hablamos de emocionar el tiempo y el espacio nos referimos a que, sea cómo sea que volvamos a la escuela, tenemos recuperar la emoción.
  • “Zonificar” la escuela con sentido pedagógico y social. La escuela tiene muchos espacios que podemos utilizar y resignificar con sentido pedagógico. Tenemos que involucrar a toda la comunidad educativa para apropiarnos de los espacios de la escuela.
  • Nuevas configuraciones grupales. Pensemos en cuáles son las agrupaciones que hacen más sentido al interior de cada institución, para diseñar cómo será el regreso al aula.
  • Colocar las habilidades en el punto de partida (más allá de la evaluación). Si tuvimos que cambiar el modo de evaluar y eso nos llevó a enfocarnos en las habilidades, démosle ahora la prioridad. Eso es lo que nos va a permitir realmente hackear e innovar esa gramática escolar.
  • Resignificar los recorridos y trayectorias de enseñanza y de aprendizaje. Más allá de las trayectorias educativas de los alumnos, hoy podemos revisar las trayectorias didácticas y seguir pensando con los docentes cómo transformar la dimensión pedagógica para la escuela que queremos.
  • Fortalecer la alianza con las familias más allá de la escuela. Si podemos seguir sosteniendo esa trama entre la escuela y las familias para potenciar el bienestar de los alumnos y de las familias, hemos dado un paso adelante inmenso.
  • Recuperemos todo el capital creativo que utilizamos para comunicarnos con nuestros estudiantes, familias y docentes.

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