El impacto de la pandemia en la educación es aún difícil de dimensionar. Según datos suministrados por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), se estima que a nivel nacional serían cerca de 1,5 millones los estudiantes que se verían desvinculados de la escolarización en los diferentes niveles educativos, tanto en la gestión pública como privada, y de zonas urbanas y rurales.
¿Pueden las escuelas diseñar alternativas para mitigar ese impacto? ¿De qué modo podemos evitar que nuestros estudiantes abandonen sus estudios? ¿Cómo podemos reinventar nuestra manera de gestionar las respuestas a la heterogeneidad y las desigualdades al interior de nuestras aulas? ¿Cómo pueden colaborar los diferentes sectores para mejorar la educación en sus territorios?
En los últimos siete meses, las escuelas de todo el país han debido enfrentar condiciones disímiles, inequitativas y desiguales para garantizar continuidad pedagógica, en un escenario marcado por el aislamiento social, preventivo y obligatorio, y la educación remota en emergencia.
En este contexto, emergieron procesos de transformación que en otros tiempos hubieran sido impensados. Asimismo, y más allá de los esfuerzos gubernamentales, docentes, directivos, estudiantes y familias debieron encontrar juntos los modos de sortear estos desafíos y conformar una red de contención que garantizara la continuidad pedagógica.
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